martes, 18 de noviembre de 2008

Alegría*

La mujer se alejó con un pequeño cuadro de amaranto en la mano y una sonrisa en la boca.

El hombre de la cada vez más triste mirada
se quedó allí a mitad de la calle desolada
con una alegría menos
y varias tristezas acumuladas


*no ganador del concurso de minicuento de la revista asfáltica

miércoles, 30 de abril de 2008

Ciudad México


Como todos los días la fila de gente va avanzando en circunferencias marcando la hora exacta junto con la sombra del asta en la superficie de la plaza. Así, hasta que el enorme reloj de sol humano hecho de citas, esperas y turistas perdidos marca casi el medio día.

Algunas palomas aletean asustadas por la plaza mientras los niños corren tras de ellas. Algunas otras se acercan curiosas a ver el cuerpo del hombre que se ha dejado caer. - ¡Es el viejo de las fotos!- se escucha.

De pronto el calor se apoderan de mi cuerpo. Mis rodillas golpean el suelo. El cansancio me toma de las manos y me jala hacia abajo dejándome de cara contra el suelo caliente

La gente del reloj mira tan curiosa como las palomas -¡Pobre hombre!- , -¡Esque con este calor!-. Algunos de ellos se acercan. Las palomas se van. -¿Está bien?- nadie contesta es como tratar de mirar a través de una nube...apenas...unos zapatos y..., y esa joven y mi cámara y... -¡Creo que se rompió su cámara!- dice una chica mientras levanta el acordeón negro del suelo y dispara accidentalmente hacia la cara del viejo y su luz que entra en mis ojos para cerrarlos por fin, para dejar que el calor derrita mi cuerpo, que lo funda con el suelo y... los ojos de la joven piden disculpas a los presentes mientras deja la cámara en el suelo y la luz que entra, por última vez a mis ojos. La luz y mis ojos, testigos del que ha de ser su cuadro final: Este cuerpo líquido mezclándose con el polvo. Yéndose con el viento. Diluyéndose en las lágrimas y la sangre de esta ciudad tierra

de esta ciudad aire

ciudad agua

y fuego.

Mi cámara observando ya sin mis ojos ésta última fotografía en la que las manos de esta tierra me abrazan por fin en su hondo y acogedor olvido. Los presentes miran extrañados como se va formando una ligera sonrisa en el rostro del viejo. Algunos lo sacuden un poco con una mezcla de miedo, morbo y cuidado -¿Está muerto?-

martes, 5 de diciembre de 2006

...espera


...la mirada abajo recorriendo distraídamente las imperfectas uniones de un cuadro del suelo con otro. Así, hasta ver la delgada línea amarilla que no debemos rebasar y el pozo lleno de tablas y piedritas...

¿Llegará? la mirada sube ahora hacia el techo para ver el letrero luminoso Dirección Cuatro Caminos; 3:10, ─ ¡Más de media hora! ─, un suspiro y de nuevo los al suelo, a la seguridad del amarillo y a las piedras de las vías, que de vez en cuando son interrumpidas por un tren naranja que abre y cierra sus puertas para que todo aquel que lo espera Antes de entrar permita salir.

La mirada sube del piso hasta la línea amarilla, una y otra vez con cada tren, hasta que en uno de esos impacientes recorridos por fin alcanza a ver el estuche de un misterioso instrumento, un largo abrigo negro, unos ojos grandes de mirada profunda,

una nariz tan fina como su figura,

una sonrisa,

un hola

y un beso en la mejilla.

…la espera ha terminado.

sábado, 18 de noviembre de 2006

Frangélico

ella cerró suavemente los ojos después de que él se lo pidiera a modo de juego. Su mente quedó en blanco, el único sonido entre ellos era el repentino respirar agitado de ella y algunos suspiros entrecortados de él. Ella sonreía de desconcierto, mientras su mirada nadaba en el carmesí del interior de sus párpados. Sus labios… no sabía que hacer con ellos, no sabía si apretarlos o entreabrirlos sutilmente invitándolo sin que él lo notara… a él le temblaban las manos, sentía el fuerte impulso de pasar sus dedos sobre las mejillas y sobre los ojos cerrados que le miraban, sobre los labios nerviosos que le invitaban a acercarse… pero sólo guardó la imagen de su deseo en la memoria… Si se acercaba podría arruinarlo todo… Ella escuchó algunos ruidos ¿qué estaría haciendo?, pensaba... él, con todo el cuidado del mundo, como si de eso dependiese toda su vida acercó poco a poco un pequeño frasco al rostro de ella… ella sintió como él se iba aproximando, entreabrió la boca y se inclinó un poco hacia delante… él apenas pasó el frasco rozando su nariz…ella sintió cómo un aroma color ámbar la llenaba de caricias mientras la invadía el desconcierto... Su boca chocaba a momentos con el frío vidrio del frasco de donde provenía el aroma… él se acercó un poco más. Alejó el pequeño frasco del rostro de ella y lo volteó lentamente sobre la punta de sus dedos dejando caer sólo algunas gotas. Sintió casi al momento el tono dulce del líquido volatilizándose en el ambiente… ella lo sintió más cerca. Esta vez no supo que esperar. Esta vez no supo si contener el impulso y tampoco supo si lo podría soportar…él acercó su mano muy lentamente hacia la boca de ella, sintiendo el roce de su aliento y el lento efecto de la fuerza de gravedad sobre las gotas del licor que resbalaban por sus dedos… ella volvió a percibir el aliento de las almendras, sintió como el la besaba con los dedos, sus labios se iban abriendo, pero la mano de él ya no estaba, sólo quedaba la esencia evaporándose en sus labios ansiosos…